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Hasta el último hombre

Publicado: 2017-01-30

No sé mis poquitos lectores pero yo extrañaba historias de este tipo. Historias que nos hacen notar lo hartos que estamos de antihéroes, de desencantados, de ultrasensibles, de existencialistas, de gente que no sabe qué quiere y hace de esa falta de certeza una especie de ídolo al que se sacrifican todos los valores en aras de una autenticidad de "pensiero debole".   

Gibson cuenta una historia simplísima, algo que bien pudiéramos haber leído en selecciones de Reader Digest, en alguna colección de "historias de amor y heroísmo" o en una revista de Editorial Novaro mientras nos cortaban el pelo de chicos. Cosa de soldados, de patriotismo, de combates, de eso que hace Gibson desde hace años: cuentos de héroes de verdad, gente con convicciones firmes por las que sacrifican todo. Gente convencida de que hay causas más grandes que nuestra propia vida, compromisos con Dios y las personas amadas que jamás deben romperse si uno no quiere perder su alma. Una contradicción frontal y flagrante del "mainstream" actual, una especie de "basta ya" medio adolescente pero también bastante justo, un enfrentamiento con sabor de revancha con esa gazmoñería relativista, delicada y cobarde que muchas veces nos enmudece ante los vicios y nos impide hablar de virtudes.

Es que es un cuento de guerra con hombres bien hombres y mujeres bien mujeres que, aún en medio de sus miserias, saben sacrificarse unos por otros. No hay ambigüedades en la historia: el horror de la guerra no se disfraza, es más, casi se ensalza; las secuelas en los hombres que vuelven de ella tampoco se esconden; la necesidad de la virtud heroica aparece con toda su fuerza práctica.

Y creo que esta falta de ambigüedad se debe a que es efectivamente una increíble historia de la vida real.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


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