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Cristo resucitado rupnik

Feliz Pascua, santa Pascua

Publicado: 2017-04-17

Este año me ha llamado especialmente la atención algo. Es una de esas cosas que uno sabe, escucha y repite pero cuya honda verdad se escapa fácilmente de tanta familiaridad. La formularé así: la pasión, muerte y resurrección del Señor ocurre ayer, hoy y siempre. El ayer está narrado en el Evangelio, recogido en la milenaria tradición de la Iglesia y grabado en la memoria de los fieles. El hoy está presente como un paralelo exacto de los hechos ocurridos en Jerusalén en el año 33 de nuestra era. El siempre está siempre a la mano. 

Hay un Cristo (y con Él muchos cristos humanos) condenado a muerte por los poderes de turno, burlado y escarnecido. Un Cristo al que se le niega la más elemental justicia: escuchar lo que tiene que decir. Habemos unos cristos que queremos ser y lloramos con todo nuestro ser. Habemos caifases calculando como conservar el poder y la manipulación de las conciencias, caifases expertos en generar miedos, sembrar pánicos públicos, maestros en psicosociales. Habemos herodes, demasiados herodes burlándonos lelamente de ese Hombre Dios ensangrentado, poniéndole una capa de púrpura mientras nos reímos de su serenidad, de esa sobria compasión que interpretamos como locura o cobardía porque no entendemos otro lenguaje. Herodes blindados con esa estupidez perfecta y hermética que nos impulsa a la juerga, al campamento, al fin de semana largo. Habemos Judas, muchos también, inventando un cristo que sirva a nuestros planes. Habemos pilatos más comprometidos con nuestros negocios que con las personas, gente que nos lavamos las manos de todo esto, habilísimos para escondernos en la burocracia de la excusa, en los cuadros de eficacia y eficiencia, en ese disfraz de sensatez que es la economía sin rostro. Habemos una turba que hoy nos expresamos en memes, en bravatas sin más sustento que el lugar común asumido como dogma; una masa amorfa de gente que renunciamos a la inteligencia, al respeto por nuestra propia dignidad, un torrente que arrastra todo lo malo y negro que tenemos dentro para ser vomitado en un solo grito unánime y anónimo: ¡Crucifícalo!

Hay una muerte de Él y con Él de todos. Hay un silencio infinito también. Hay un pequeño fuego que sobrevive milagrosamente al viento helado de la increencia, una esperanza minúscula, una especie de broma en lo hondo del corazón embotado, una posibilidad, una entre millones de que esto que dijo el Nazareno sea cierto. Hay una mujer pequeñita, una madrecita aferrando todavía el pañuelo mojado por las lágrimas, el sudor y la sangre, una mujer que ya no llora porque se le secaron los ojos pero que espera porque sabe que su Hijo no miente. Es la más humana de los seres humanos, la que vemos esperando en los hospitales y las cárceles, de esas que hacen colas interminables para llevar agua o comida para sus hijos, de esas como todas, como cualquier mamá, pero absolutamente única, absolutamente de todos y cada uno.

Hay una lápida que triunfante pretende haber apagado por fin ese fuego mínimo, una piedra en el sepulcro que insolentemente da por terminada esta aventura loca de un mendigo que vino desde Galilea hasta Jerusalén predicando el amor a los enemigos.

Y hay, cómo no, todos los años hay, en cada segundo hay, una victoria del Inocente, una roca que estalla, una tumba que cual ballena abre la boca para dejar salir esa alegría que nada, ni nadie, ni nunca, se podrá detener, esa locura infantil de los cristianos, ese triunfito inesperado, ese ardor del corazón que reconoce al Buen Señor en el camino, esa niñez que encuentra al cachorro perdido, esa mujer que recupera su dracma y, cómo no, ese padre que abre inmensos los brazos para abrazar y hundir en su pecho a su pobre hijito perdido, a su pequeño que se había alejado, que se había muerto matándolo de pena. Hay, cómo no, esa certeza loca y tan sabia de que cada día, por oscuro y amargo que sea, encierra en algún instante, en algún lugar, debajo de alguna piedra, la terca posibilidad de un Dios que nos hace vivir, volver a amar, volver a soñar con el corazón henchido de gozo, un Dios que sabe cuánto necesitamos ser familia, Su familia.

Creo que eso quiere decir que Jesús de Nazaret resucitó.

Feliz Pascua, santa Pascua.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


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