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Al diablo sin el diablo

Publicado: 2019-08-26

Polvareda levanta siempre el aire de la falsa novedad. Esta vez, me dicen que otra vez, el general de los jesuitas niega la existencia del demonio como ser personal, es decir, como alguien real, y lo reduce a una simbolización de problemas psicológicos o una proyección de las tendencias desordenadas de los hombres (y mujeres para ser inclusivo).  

Y, como polvareda que es, este nuevo escándalo no deja ver bien, confunde, mezcla cosas y daña los ojos sobre todo de los menos enterados del contenido de su fe. De novedad nada tiene: la negación de la existencia del demonio, como la de Dios, tiene la edad misma de la humanidad.

Pero, a diferencia de la segunda, la primera es, si cabe, más deshonesta porque supone que negando al adversario, el predicador de tal aserto le está haciendo un favor a Dios, o a su marketing entre los humanos. Trata de vender el producto Dios, tranquilizando a la clientela al eliminar la amenaza en su predicación.

Lo que en realidad ocurre, es que el predicador solo se predica a sí mismo: él sí sería un cura buena onda, comprensivo, juvenil y diferente, que ha dejado esas antiguallas con las que asustaban a nuestros abuelos. El general ha desaparecido al diablo. Pobre diablo. Y me refiero al diablo, no al general de los jesuitas. Que diablo no es, y pobre, menos.

Y bueno, como para aumentar la confusión, tenemos una especie de contracampaña en favor de la existencia del diablo con asociaciones de exorcistas, ruido mediático y llena de testimonios de cosas paranormales católicas que no son holiwoodenses por falta de presupuesto o porque el copyright de casas embrujadas, demonios vomitivos y sustos ya lo tienen las grandes empresas del cine.

Amigos míos: no es para tanto, y no es para eso. El exorcismo es una realidad tan cotidiana como la existencia del demonio. Tan así que se lo hacen a los niños recién nacidos. Y, bueno, como el exorcismo y la existencia del demonio son realidades tan obvias, diarias y anodinas en la vida cristiana, a algunos, como al General de los jesuitas, les da por creer y predicar que el demonio no existe, es decir, se tragan sin más, su mejor estrategia. Y el primer fruto, diabólicamente irónico, de tal astucia, es que uno termina yéndose al diablo sin el diablo.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


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