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¡Títeres!

Publicado: 2019-10-24

El titiritero es uno. Y está, básicamente, loco. La función es siempre la misma. Y, como en la Commedia dell´arte, los personajes son en esencia los mismos. 

Con la izquierda, el titiritero maneja un personaje indignado. Viene en varios modelos: chicas bonitas estudiosas pensantes de buen talante y gran labia, cantantes sensibles y profundos, abogadazos con conciencia social y harto billete, viejas pitucas arrepentidas de su apellido linajudo, universitarios eternos que repiten el mismo rollo a la alucinante velocidad de Lucky, el personaje de Beckett en esperando a Godot, vagos disfrazados de justicieros, fumones y borrachos en todos los grados de decadencia.

El personaje es una especie de sabueso incansable para perseguir la injusticia hasta desenterrar (literalmente) sus cadáveres. Es a la vez un habilísimo prestidigitador (llámese dialéctico) que disfraza constantemente de pulcritud moral su amargura y su demencial envidia. Todo en él tiende a la locura, el desbarajuste, el babel. Le encanta el cambio constante basado en una especie de adoración de la nada. Está ebrio de la convicción apasionada de que cualquier regla u orden, es, en el fondo, algún tipo de explotación o manipulación de los poderosos, esa eficaz etiqueta para linchar a los que pueden desenmascararlo.

En la derecha, el mismo titiritero tiene el personaje adinerado. Aunque no necesariamente tenga dinero (o capital, que sería el nombre académico de la avaricia), este personaje defiende el orden, pero no cualquier orden, sólo el orden que a él y a sus amigotes les conviene.

También viene en varios modelos: tipos con saco, corbata y pinta de estadista o gerentón que con un elegante cinismo es capaz de borrar del mundo poblaciones enteras a sola firma; señoras de fitness, club y bikini hasta los cincuenta; militares pendencieros y arribistas que pretenden blanquearse y dejar de ser ese mundo paralelo y desarraigado cuyos privilegios solo se entienden en su propia jerarquía; emprendedores a lo bestia cuyo objetivo es constituirse en la primera generación de millonarios con su apellido.

Su gran preocupación es que la gente se ubique y que sepa muy bien quién es quién porque no todo is the same, darling.

El argumento es siempre el mismo: se dan de golpes con todo lo que tienen ad infinitum. El titiritero nunca se cansa porque nunca descansa, nunca para de hacer porque no sabe hacer nada que valga la pena, nunca se calla porque no tiene nada que decir, pontifica porque no sabe nada, dice honestamente mentiras porque odia la verdad, odia el amor y ama el odio. La teología cristiana lo llamó con varios nombres (y el general de los jesuitas dice que no existe), es la scimia dei, el envidioso por esencia.

Hay que considerar que, para cumplir su función, los títeres tienen que estar esencialmente vacíos. Y, para estarlo, tienen que ser vaciados de toda inteligencia y amor.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


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