#ElPerúQueQueremos

¿Quién es el violador?

Publicado: 2019-12-09

El machismo es una actitud deplorable ciertamente. Hasta donde he podido ver es una especie de tóxico sentimiento de superioridad sobre las mujeres por el mero hecho de ser hombres. En nuestro medio latinoamericano se ha expresado en recurrentes conductas despreciables y ciertamente indignantes como el abuso sexual, la cosificación de las mujeres, la grosería y el prejuicio, la pretensión de tener derecho a ser violento, infiel, promiscuo, alcohólico o vicioso por ser hombre.  

Trabajo hace años con parejas de todas las edades y he podido ver cómo muchos de los conflictos y problemas de las familias tienen que ver con el machismo y la violencia sexual a temprana edad, en aplastante mayoría protagonizada por hombres. No manejo estadísticas sobre el tema, pero no me sorprende que se hable de una cantidad de casos realmente vergonzosa. Y bueno, en el fondo, no se trata de estadísticas sino de principios.

Las recientes manifestaciones de indignación contra las violaciones y asesinatos de mujeres por razones que brotan del machismo son totalmente comprensibles. Es además muy cierto que la culpabilidad de una violación jamás está en la víctima. Jamás. Como dice el estribillo de la performance de Las tesis, una de las últimas manifestaciones para visibilizar el problema: la culpa no era mía, ni de dónde estaba ni cómo vestía.

Más allá de gustos, la performance que ya se repite en muchas ciudades, toca problemas verdaderos y expresa una reacción normal ante injusticias que no pocas veces son silenciadas, ignoradas y hasta justificadas por el machismo. Pero, como toda reacción, tiende a la polarización, la exageración y también por eso, a responder con una nueva injusticia: condenar a los hombres por ser hombres.

Las personas que defienden esta u otras expresiones dirán que no es cierto, que no odian a los hombres, que solo buscan no ser violadas, asesinadas, torturadas o silenciadas y que esta es una medida extrema ante el extremo de la injusticia que sufren las mujeres. También esto es comprensible.

Pero no parece ser tan cierto en las calles. Los incendios y destrozos de negocios en México (y ese hombre asustado porque estuvo a punto de ser quemado vivo), o la agresión en Chile a hombres inocentes de violación alguna (y ese anciano que trataba de subir al metro y se lo impidieron, pintaron y agredieron), es muy difícil sostener no la justicia de la causa, sino la eficacia del medio, por lo peligroso que es para la causa misma. Desatar violencia en las calles es, casi siempre, inmanejable.

Dice Sylvia Eyzaguirre que en la viral performance hay también una banalización de la mismísima causa feminista. Al culpar de violación al Estado, al presidente, a los jueces, a la policía (y finalmente a todo el que se atreva siquiera a expresar dudas sobre la justicia de la metáfora, sea hombre o mujer) se termina por, paradójicamente, invisibilizar la violación en sí, que es un deplorable hecho con culpables concretos tanto del acto como de su encubrimiento, para convertirla en metáfora de todo.

Si todo es una violación, si todos los hombres son violadores, entonces ¡nada es violación, nadie es violador! dice la columnista chilena, que lejos de ser opuesta es favorable a la causa del feminismo, a la tan necesitada igualdad de oportunidades y, sobre todo a la lucha concreta contra las violaciones y abusos sexuales contra las mujeres.

Otro argumento que esgrime la columnista es que la causa feminista no se reduce a evitar violaciones sino a buscar una igualdad real entre hombres y mujeres y que para eso es mucho más eficaz no quedarse solo en el rol de víctimas, sino buscar que los hombres seamos aliados y no enemigos del feminismo como causa justa.

Aquí el enlace: https://www.latercera.com/opinion/noticia/peligro-la-metafora/930292/?fbclid=IwAR3vNOab-kh_jDuFTCQtqsT7G8-haYUDkMM6DeyXCyP1hGQbsBp45s-Wdx4

Finalmente, si algo bueno se puede sacar de esta performance, es que efectivamente, estemos hablando de un problema complejo cuya solución nos compete a todos, hombres y mujeres.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


Publicado en